|
Durante el desarrollo del discurso se expondrán aquellos argumentos principales que sustenten la idea defendida por el orador. Hay que ser muy selectivo en la utilización de argumentos de apoyo (no más de 4 o 5). En este desarrollo no hay que extenderse más allá de lo necesario. Ya se ha repetido anteriormente que debe primar siempre el principio de brevedad.
No hay que abusar de los datos, de los detalles (ocultan los aspectos fundamentales).
Hay que dar exclusivamente aquella información que sea realmente relevante. El desarrollo debe ser ágil, combinando conceptos teóricos, ejemplos, datos estadísticos, citas, comparaciones, anécdotas e incluso incluyendo algún toque de humor (permite acercar el discurso al público). Es conveniente que estos ejemplos, anécdotas, citas etc., sean relevantes, vengan al caso, y no se utilicen simplemente para tratar de impresionar al público con los conocimientos que uno posee (el público rechaza la pedantería). El desarrollo debe ser equilibrado, repartiendo el tiempo entre las distintas partes que se van a exponer, evitando extenderse en demasía en un punto determinado y pasar "de puntillas" por otro igualmente importante. Se utilizarán, si es posible, medios de apoyo (pizarra, transparencia, etc.), con idea de ir alternando la palabra con la imagen, dando movimiento a la presentación y evitando la monotonía.
|
La conclusión es un recordatorio del tema tratado, del punto de vista defendido y de
los principales argumentos presentados.
La conclusión debe ser breve, destacando únicamente los puntos básicos que se han
expuesto.
Mientras más se diga, menos resaltarán los aspectos claves. La conclusión, al igual que la introducción, es una parte fundamental del discurso que
debe ser preparada a conciencia.
Probablemente, cuando el público abandone la sala tan sólo recuerde de la presentación lo que se haya dicho en la conclusión. Es conveniente tener la conclusión aprendida de memoria, de modo que se pueda
desarrollar sin tener que recurrir a fichas de apoyo (aunque se lleven por si acaso).
Así gana en espontaneidad, en frescura, pudiendo el orador centrar todo su esfuerzo en enfatizar sus palabras, sus gestos, mirando al público, sin tener que estar consultando sus notas. En la conclusión el orador debe emplearse a fondo, utilizando un lenguaje enfático,
hablando con determinación, con entusiasmo.
Es el momento de recalcarle al público el punto central de la exposición. A lo largo del discurso hay que controlar el tiempo con vistas a disponer al final de los
minutos necesarios para poder desarrollar adecuadamente la conclusión (es el
momento del lucimiento).
Es frecuente que el orador tienda a alargarse más de la cuenta y al final tenga que cerrar su discurso de forma atropellada, sin la oportunidad de poder rematarlo con una buena conclusión. Como cierre de la intervención, se agradecerá nuevamente al público su asistencia y el
interés mostrado, y uno se retirará lentamente del estrado mientras se oyen los aplausos.
Lo correcto es abandonar el mismo antes de que los aplausos finalicen, y por supuesto nada de volver al estrado con los brazos en alto haciendo el signo de la victoria, ni tampoco invitar a la familia a que suba para compartir con ellos estos breves momentos de gloria.
Lección 13
|
Toda intervención pública exige una preparación adecuada, no se puede dejar nada al
azar.
La diferencia puede ser entre un discurso discreto y un gran discurso.
La regla fundamental es ensayar, ensayar y ensayar. Ensayar con seriedad permite llegar a dominar la actuación que se va a realizar, lo que
contribuye a aumentar la autoconfianza y a reducir la tensión típica de los días previos a
la intervención.
Ensayar no significa simplemente repasar mentalmente el texto dos horas antes de la intervención. Ensayar implica:
Leer el discurso en voz alta, cuantas veces sean necesarias, hasta llegar a familiarizarse con él.
Exponer el discurso, recreando en todo lo posible las condiciones en las que se va a desarrollar la intervención (de memoria, con apoyo de notas, utilizando pizarra, con proyección de transparencia, con micrófono...). Practicar la voz, los silencios, las miradas, los movimientos, las manos, los gestos de la cara, etc.
Ser capaz de mostrar serenidad, transmitir entusiasmo, saber enfatizar, mostrarse convincente, etc. En definitiva, se ensaya no sólo para dominar el texto (evitar poder quedarse con la
mente en blanco), sino con vista a sacarle todo su jugo, de conseguir conectar con el
público, de motivarlo, de entusiasmarlo, etc.
Hay que ensayar incluso aunque se pretenda improvisar el discurso.
Tan sólo el dominio del mismo permitirá realizar una buena improvisación. Resulta muy útil grabarse en video y analizar con sentido crítico la actuación:
Permite detectar fallos y poder corregirlos. También resulta interesante ensayar con público:
Convencer a algún familiar o amigo para que esté presente en algún ensayo y que realice un análisis crítico, señalando aquello que haya ido bien y aquello otro que necesite ser mejorado. Se debería realizar un último ensayo (el ensayo general) en el lugar en el que se va a
celebrar el acto, y si es posible con participación del equipo técnico de luz y sonido.
El objetivo es familiarizarse con el entorno y coordinar todos los aspectos de la intervención. Se ensayará hasta el día anterior al acto.
El día de la actuación es preferible descansar, ya que un ensayo de última hora, sin tiempo para corregir fallos, tan sólo sirve para aumentar el estado de nerviosismo.
Lección 14
| El día del acto el orador debe procurar encontrarse en plena forma. La noche anterior debe dormir las horas necesarias. Hay que llegar al discurso fresco, con la mente despejada, al 100% de capacidad. Debe ser un día relajado.
Hay que evitar actividades que resulten cansadas o que puedan generar nerviosismo.
Hay que procurar tener una agenda despejada: nada de numerosas reuniones, comités, presentación de resultados, comida de trabajo, etc. Uno llegaría al acto prácticamente "deshecho". Se comentó en la lección anterior que el día de la intervención no se debe ensayar.
En las horas previas al discurso es conveniente estar relajado, como mucho se puede echar un vistazo rápido al guión o a las notas de apoyo. Es conveniente comer varias horas antes de la intervención, con el fin de realizar
tranquilamente la digestión.
La comida debe ser ligera, que no produzca pesadez.
Se debe evitar abusar del café (aumenta el nerviosismo) o del alcohol (aturde), ni tampoco se tomarán pastillas tranquilizantes (adormecen). Cualquiera de estas sustancias puede provocar reacciones inesperadas una vez en el escenario. También se deben evitar, si es posible, desplazamientos fuera de la ciudad, no vaya
a ser que atascos de última hora, averías del coche..., puedan dar lugar a situaciones
de infarto.
Si la intervención tiene lugar en una localidad distante es preferible desplazarse el
día anterior con el fin de amanecer ya en dicho lugar y poder descansar hasta el
momento de la intervención.
Si se viaja el mismo día pueden surgir imprevistos de difícil solución (el avión se retrasa, se pierde el tren, el coche no funciona, etc.).
Si no hay más remedio, se viajará con tiempo suficiente (nada de apurar hasta el último momento) y si se puede, se evitará conducir (produce cansancio). Es conveniente acercarse al lugar del acto con tiempo de sobra, evitando prisas de
última hora (no se encuentra taxi, la calle está atascada, etc.).
Uno puede emplear estos minutos en comprobar que todo está en orden (atril, proyector, micrófono, luces, etc.). Por último, señalar que puede resultar muy beneficioso realizar unas horas antes de la
intervención alguna actividad física (correr, jugar al tenis, etc.), ya que contribuye a
quemar energías y a calmar los nervios.
|
Lo oportuno es que la persona responsable de conducir el acto sea quien se
encargue depresentar al orador, aportando algunos datos básicos de su biografía.
Dicha presentación, siendo, como es de esperar, halagadora, no debe caer en
exageraciones que le resten credibilidad.
"Tengo el gusto de presentarles a D. Gumersindo Bisoñez, auténtico experto en la materia, una eminencia mundial de reconocido prestigio, un faro que ilumina la senda del progreso, ejemplo preclaro del saber hacer, un profesional como la copa de un pino, amigo de sus amigos, defensor de las causas justas... y bla, bla, bla". En la presentación se debe facilitar únicamente aquella información sobre el orador
que tenga relación con el tema que se va a tratar, lo que ayudará al público a
situarse.
Por ejemplo, si se va a hablar sobre transplantes de órganos resulta oportuno comentar la posible experiencia que tenga el orador en este terreno, y no limitarse simplemente a decir que es médico. Si el orador ha recibido premios significativos, reconocimientos, etc. que tengan
relación con la materia a abordar, es conveniente ofrecer esta información para que
el público pueda tener una valoración más exacta de la persona que les va a hablar.
Una vez que el orador toma la palabra, empezará agradeciendo al presentador de
forma sencilla sus palabras de elogio, dirigiéndole la mirada.
Por ejemplo: "muchas gracias, D. Roberto, por esas palabras tan cordiales de bienvenida".
Se debe evitar la falsa modestia: "gracias por esas palabras tan inmerecidas". A continuación, se saludará al público, tratando de abarcar con la mirada toda la
sala (si se saluda sin dirigir la mirada, mientras se ordenan las notas de apoyo,
resultará un saludo muy frío y meramente protocolario).
Hay que evitar un comportamiento muy típico que consiste en subir al estrado y tomarse un tiempo (que resulta una eternidad) en organizar las notas, el micrófono, beber agua, etc., sin haber previamente saludado (resulta poco elegante). Si nadie introduce al orador, él mismo tendrá que hacerlo.
Tras saludar al público, uno se presentará aportando algunos datos básicos de su biografía (no se trata de leer el Curriculum Viate).
Por ejemplo, si uno va a hablar de política internacional, resulta oportuno decir que es profesor de dicha materia en tal universidad, o que es miembro del comité de asuntos exteriores de tal partido político, etc., lo que no vendría al caso es decir, por ejemplo, que es socio fundador de la peña sevillista "Biri-Biri". Lo que uno no hará es mencionar los posibles diplomas, condecoraciones o títulos que haya recibido, ya que puede resultar pretencioso (disponiendo al público en contra).
"Soy profesor emérito del Real e Ilustre Colegio de Arquitectos de Málaga, premio extraordinario fin de carrera, número uno de mi promoción, condecorado con la Gran Cruz de Segismundo, distintivo azul, por mis valiosas contribuciones científicas, y bla, bla, bla". No hay que olvidar que el público premia la humildad y aborrece la ostentación.
|
El discurso no consiste simplemente en leer un texto (para eso sería más fácil
repartir fotocopias a los asistentes), sino en exponer de manera convincente
unas ideas.
El discurso hay que interpretarlo, hay que sacarle todo su "jugo", hay que enfatizar, entusiasmar, motivar, convencer, persuadir, etc. La intervención tiene que ir encaminada a captar (y mantener) la atención del
público y a facilitar la comprensión del mensaje.
No se trata de asombrar al público con lo que uno sabe, con la riqueza del vocabulario que emplea, con la originalidad del estilo que utiliza.
Lo que hay que tratar es de llegar al público de la manera más directa, más fácil y, a la vez, más sugerente. El orador tiene que cuidar el ritmo de su intervención, tratando de mantener la
emoción y la atención del público durante toda la intervención, evitando atravesar
por momentos de gran intensidad, seguidos por momentos de escaso intereses (se
arriesgaría a perder la atención de la audiencia).
La persona que interviene tiene que ser muy consciente de que además de utilizar un
leguaje verbal (lo que dice, cómo lo dice, vocabulario empleado, entonación,
volumen de voz, énfasis, etc.), utiliza también un lenguaje corporal que el público
capta con igual claridad (gestos, movimientos, expresiones, posturas, posición en el
estrado, etc).
La mayoría de las veces uno no es consciente de este lenguaje corporal por lo que resulta muy difícil controlarlo. No obstante, dada su importancia es un aspecto que hay que trabajar en los ensayos. Desde el momento en el que el orador sube al estrado el público comienza a fijarse
y a analizar multitud de factores (como se mueve, su grado de nerviosismo, como
va vestido, su tono y volumen de voz, sus gestos, seriedad o sonrisa, etc.) y con todo
ello se vaformando una imagen del orador que puede considerar interesante,
aburrida, sugerente, intrascendente, atractiva, patética, ridícula, etc.
Esta imagen que el público se forma influye decisivamente en el interés que va a prestar a la intervención, así como en su predisposición a aceptar o no las ideas presentadas.
Si esta imagen es positiva, el público será mucho más proclive a aceptar los argumentos presentados, mientras que si es negativa tenderá a rechazarlos o a no prestarles atención. El orador debe proyectar una imagen de profesionalidad, de desenvoltura, de dominio de la materia, etc.
El orador debe mostrar entusiasmo: es una manera de reforzar sus ideas, además el entusiasmo es contagioso y dispone al público a favor.
Hay que mostrar un rostro amable, una sonrisa (ayuda a ganarse al público) y evitar gestos antipáticos (provocan rechazos). En la valoración global del discurso el público no sólo tendrá en cuenta las ideas
expuestas y la solidez de los argumentos, sino también la imagen del orador.
Por ello, no resulta lógico trabajar intensamente en el texto del discurso y al mismo tiempo descuidar otros detalles igualmente importantes. Dentro de la comunicación verbal hay que destacar la importancia de los silencios:
El silencio juega un papel fundamental en toda comunicación verbal, por lo que hay que saber utilizarlo de forma adecuada.
El silencio se debe utilizar de forma consciente (para establecer pausas, destacar ideas, dar tiempo a la audiencia a asimilar un concepto, romper la monotonía de la exposición, etc.).
El silencio no se puede utilizar aleatoriamente, sin un fin determinado, ya que lo único que haría sería interferir en la comunicación, dificultándola.
Hay que vencer el miedo que sienten muchos oradores que evitan el silencio a toda costa (piensan que rompen la comunicación). Una regla que debe presidir toda intervención es la de la naturalidad.
Al público le gusta ver en el orador a una persona normal, cercana.
El público se suele mostrar muy tolerante con los errores normales que se puedan cometer (los atribuirá a los nervios típicos del momento), pero si hay algo que rechaza es la artificialidad, la pomposidad, la antipatía y el aburrimiento. Por último, señalar algunas cosas que el orador debe tener disponible cuando
sube al escenario:
Vaso de agua (para aclarar la voz)
Reloj (para controlar el tiempo; lo situará en un sitio visible donde pueda consultarlo de forma discreta). Pañuelo (para secarse los labios después de beber o por si se estornuda -imagínese un ataque de tos, una nariz que comienza a gotear... y el orador sin pañuelo-).
Lección 17
|
Durante la intervención hay que cuidar la voz:
Una voz monótona, desagradable, un volumen bajo, etc. lleva a la audiencia a desconectar. Normalmente uno no conoce su propia voz, de ahí que se sorprenda cuando se
escucha en una grabación.
Oírse en una grabación es muy útil ya que permite familiarizarse con la voz, oírla como la oyen los demás. Es la manera de conocer como suena, como resulta, que defectos hay que corregir. Dominar la voz sólo se consigue con ensayo:
Grabando el discurso y oyéndolo, lo que permite detectar fallos (se habla muy rápido, no se vocaliza suficientemente, se habla muy bajo, se tiende a unir palabras, etc.) y poder tratar de corregirlos.
También es interesante preguntarle a alguien su opinión. Una vez detectados los fallos se trabajará sobre ellos con vistas a mejorar la
calidad de la voz.
Aunque la voz sea difícil de cambiar, si se pueden mejorar algunos defectos que dificultan su comprensión o que la hacen poco atractiva (una voz nasal, una voz excesivamente fina o ronca, etc.).
Hay que saber modular la voz: subir y bajar el volumen, cambiar el ritmo, acentuar las palabras; todo ello ayuda a captar la atención del público.
Hay que jugar con la voz para enfatizar los puntos importantes del discurso, destacar ideas, introducir nuevos argumentos, contar anécdotas, resaltar las conclusiones, etc.
Por ejemplo, si se realiza una afirmación hay que hablar con determinación (voz firme, alta, sin titubeos); en otras partes del discurso (una explicación, una anécdota, etc.) se puede utilizar un tono más distendido, más relajado. Hay que hablar claro, esforzarse en vocalizar con mayor precisión que de costumbre, remarcar los finales de palabra, etc. Un aspecto que hay que cuidar especialmente es el volumen:
En la vida ordinaria uno suele hablar con personas muy próximas, lo que determina que uno se acostumbre a hablar bajo.
Cuando se habla en público hay que hacer un esfuerzo por hablar más alto(aspecto que hay que cuidar en los ensayos).
Hay que conseguir que la voz llegue con claridad a toda la sala. Un fallo que se suele cometer es empezar las frases con un volumen elevado e ir disminuyéndolo a medida que se avanza, de modo que el final de la frase parece como si careciese de importancia.
En los ensayos hay que vigilar este problema y tratar de corregirlo. También es muy frecuente hablar demasiado rápido, tendencia que se intensifica
cuando se habla en público (debido a los nervios).
Dificulta la comprensión y proyecta una imagen de nerviosismo.
En los ensayos hay que vigilar este aspecto. Hablar lento facilita la comprensión, proyecta una imagen de seguridad y ayuda a calmar los nervios. Hay que estar muy atento al comienzo de la intervención: si se empieza hablando pausadamente es posible que se consiga mantener esta línea a lo largo de toda la intervención. Cuando la audiencia es medianamente numerosa (más de 50 personas) es
conveniente utilizar micrófono, lo que exige una cierta práctica:
El micrófono hay que mantenerlo siempre a la misma distancia de la boca (si se acerca y se aleja el volumen presentará oscilaciones).
Hay que cerciorase de que el volumen del micrófono es el adecuado y que la voz llega con claridad a toda la sala (lo mejor es preguntarle al público al comienzo de la intervención si se oye con claridad).
Si uno habla bajo no debe recurrir a elevar el volumen del micrófono, sino que tendrá que esforzarse en hablar más alto. Una regla de oro cuando se habla en público es la naturalidad:
El público agradece la naturalidad y aborrece la afectación.
Si uno tiene acento no tiene por qué ocultarlo (espontaneidad), pero tampoco exagerarlo (dificultaría la comprensión)
Lección 18
|
Hay que utilizar un lenguaje apropiado para el público al que uno se dirige, ya
que lo primero que uno debe procurar es ser entendido. De ahí la importancia de
tener una cierta idea del tipo de público que se espera que asista al acto.
Por ello, no se deben utilizar términos y expresiones que parte del público pueda no entender.
Unicamente se emplearán términos técnicos si la audiencia conoce su significado.
Si se utilizan abreviaturas o acrónimos hay que estar seguro de que el público sabe lo que significan, si no habrá que explicarlos.
No se deben utilizar palabras extranjeras salvo que no hubiera un equivalente en castellano, en cuyo caso hay que saber pronunciarlas correctamente. Hay que evitar a toda costa resultar pedante (molesta al público).
El objetivo del discurso es ganarse al público con las ideas, no tratar de asombrarlo con nuestro vasto dominio del idioma. Hay que huir de un lenguaje rebuscado o frases complicadas. Hay que evitar emplear "coletillas" que a veces se intercalan continuamente
en la conversación sin que uno sea consciente (ya ves, entiendes, me sigues, etc.).
El efecto que producen es terrible (bastaría que uno se oyese en una grabación para darse cuenta de esto). La regla que debe presidir todo discurso es la de la sencillez.
Mientras que en un texto escrito el lector puede volver sobre un párrafo que no haya entendido, en un discurso no existe tal posibilidad, por lo que hay que facilitarle a la audiencia su comprensión.
El lenguaje debe ser preciso y directo, con frases sencillas y cortas, utilizando tiempos verbales simples.
En definitiva, el público aprecia la sencillez y aborrece la pedantería. |
Lección 19
|
Cuando se habla en público la mirada juega un papel fundamental.
Es un excelente medio de conexión entre la persona que habla y la audiencia.
Al público le gusta que la persona que le habla le dirija la mirada.
El orador que no mira al público da la impresión de tener miedo o de falta de interés. Cuando se mira al público hay que intentar presentar una imagen abierta,
agradable, optimista, sonriente.
La simpatía conquista el corazón del público. Al subir al estrado lo primero que hay que hacer es saludar al público, mirándole
a los ojos.
Hay que tratar de abarcar con la mirada toda la sala, enfocando las distintas
zonas (pero evitando hacer un efecto "barrido" como si de un faro se tratase).
En lugar de mirar difusamente a la masa, hay que tratar de individualizar rostros
concretos, moviendo la mirada entre el público y fijándola en personas
determinadas, tratando de dar cobertura a toda la audiencia.
A veces, de manera inconsciente, se comete el fallo de dirigir la mirada
preferentemente a una zona determinada de la sala (por ejemplo, al público
que está sentado en las primeras filas, o a la parte derecha del auditorio).
El resto del público puede llegar a pensar que no se le está prestando la debida atención. La ventaja de improvisar el discurso, utilizando notas de apoyo, en lugar de
leerlo, es que resulta mucho más fácil mirar al público.
En todo caso, aunque el discurso sea leído hay que tratar de mantener un contacto visual con la audiencia (uno no puede enfrascarse en la lectura y no levantar la vista del papel; resulta poco elegante y el público terminaría desconectando). En los momentos de silencio hay que mirar al público.
Permite intensificar la conexión "orador-audiencia". Mientras alguien formule una pregunta se le dirigirá la mirada, pero cuando
se responda se mirará a toda la audiencia (todos pueden estar interesados en
conocer la respuesta).
|
|
|
Lección 20
Lenguaje corporal
|
Ya se ha comentado en una lección anterior que además del lenguaje verbal, existe unlenguaje corporal (movimientos, gestos, actitudes, etc.) del que muchas veces
uno no es consciente, ni sabe muy bien como funciona.
A través de este lenguaje corporal, el orador transmite también mensajes: nervios, timidez, seguridad, confianza, dominio, entusiasmo, dudas, etc. Desde el momento en el que uno accede al escenario, el movimiento de las manos,
la expresión de la cara, la postura, los movimientos en el estrado, la mirada, etc. todo ello está transmitiendo mensajes diversos.
El público los capta con total nitidez.
A veces puede suceder que estos mensajes sean contrarios a lo que el orador está tratando de comunicar con el lenguaje verbal.
Por ejemplo, el presidente de la compañía les está diciendo a sus empleados que lo que más le preocupa es el bienestar de ellos, pero en ningún momento se toma la molestia de mirarlos a la cara. La mejor forma de percibir este lenguaje corporal es grabándose en vídeo.
Muchos se sorprenderían: tics nerviosos, manos inquietas que no paran de moverse, gesto contrariado, mirada al techo, inmovilismo, etc. Por tanto, dada la importancia que tiene en la comunicación, es un aspecto que
hay que trabajar convenientemente en los ensayos.
Desde que uno sube al estrado debe ser capaz de utilizar este lenguaje corporal
en sentido positivo, facilitando la conexión con el público, reforzando su imagen.
Hay que transmitir serenidad y naturalidad, evitando gestos, actitudes o movimientos que resulten afectados.
Hay que subir al estrado con seguridad, con tranquilidad (las prisas denotan nerviosismo e inseguridad).
Durante la intervención es conveniente moverse por el escenario, no quedarse inmóvil, pero controlando los movimientos, evitando deambular sin ton ni son. La movilidad rompe la monotonía y ayuda a captar la atención del público.
Si el discurso es leído no cabe la posibilidad de movimiento, pero sí se debe mantener una postura cómoda, erguida, aunque natural, no forzada, sin aferrarse al atril (sensación de inseguridad).
Si el orador está sentado tratará de incorporarse a fin de realzar su figura y no quedar perdido tras la mesa (para establecer una comunicación con el público es fundamental el contacto visual).
Si es posible (por ejemplo en un aula) es aconsejable moverse entre el público, ayuda a romper las distancias, transmitiendo una imagen de cercanía.
Hay que tratar de superar la timidez, transmite inseguridad y dificulta la conexión con el público.
Los gestos de la cara deben ser relajados: una sonrisa sirve para ganarse al público, mientras que una expresión crispada provoca rechazo.
El movimiento de las manos debe estar ensayado. Tan mala impresión producen unas manos que no paran de moverse, como unas manos inmóviles.
Los movimientos deben ser sobrios. Las manos se utilizarán para enfatizar aquello que se está diciendo, de manera que voz y gestos actúen coordinadamente, remarcando los puntos cruciales del discurso. La propia situación del orador en el escenario transmite también mensajes
subliminales:
De pie, en el centro del escenario: autoridad.
Sentado, en un lateral del escenario: actitud más relajada, menos solemne. |
|
|
|
|
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario